Fosforescentes, transparentes y opacos, estampados, lisos o con texturas. Variedad de colores y sabores, extra fuertes, sensitivos, lubricados o naturales. Los tiempos han cambiado desde que los hombres usaban tripas de animales (de acuerdo a AVERT International HIV & AIDS charity) para evitar la fecundación y poder dar así rienda suelta a la lujuria sin preocupación [año 1000]. En los años 30, recién, el látex revolucionó la industria y desde entonces los preservativos son fabricados con este material. Pero este jebe no es aceptado por todos. La iglesia, para ser más específicos, el tan venerado cardenal, Juan Luis Cipriani, ha tomado parte en esta controversia y se ha opuesto al uso de cualquier tipo de anticonceptivos. La razón: la fornicación es un acto pagano.
En la última semana, los preservativos han sido la comidilla de la Iglesia y de los medios. Sorpresivamente el Papa Benedicto XVI declaró que el uso del condón podría ser fundamentado en algunos casos bajo ciertos parámetros, con lo que estaría modernizando la postura de la Iglesia frente a este tema. Al mismo tiempo, pero al otro lado del mundo, en tierras cholas, el ministro Oscar Ugarte presentó un plan para inundar al país en condones subvencionados, como una contingencia ante los embarazos no deseados. En efecto, es una buena idea para combatirlos. Sin embargo, el cucufato Cipriani, al enterarse de estas alentadoras noticias, tiró la sotana al cielo y se arrancó los pocos pelos que le quedaban.
Al parecer, el cardenal Cipriani es incapaz de digerir la evidente postura del Papa a favor de los profilácticos. El Papa ha sostenido que el uso del preservativo en un acto inmoral puede ser un paso para la moralización, en el sentido de que puede servir para reconocer lo prohibido. Este es el caso de las mujeres de la noche, que utilizan los condones en un acto inmoral para evitar la reproducción indeseada. Según el Papa la única solución es humanizar la sexualidad y luchar contra su banalización. Sin embargo, los comentarios retrógrados de Cipriani evidencian que el cardenal no tiene sentido de tolerancia y mucho menos una actitud modernista.
El 17 de noviembre se desató una pelea entre la máxima eminencia de la legión eclesiástica del país y el ministro Oscar Ugarte. La sotana se le removió al cardenal y dio pie al ataques mediático contra el Ministerio de Salud por la distribución gratuita de 18 millones de condones. Un acto de madurez, de conciencia y de planificación familiar fue criticado por las “brillantes” ideas de Cipriani. Desde su púlpito, y con voz tonante, acusó a Ugarte de promover el libertinaje y el abuso sexual, cuestionando así la importante iniciativa del ministerio de Salud de repartir varios millones de condones por todo el país. El propósito de la campaña fue la prevención el VIH y otras enfermedades de transmisión sexual, pero parece que Cipriani está ocupado en quizá planear su nueva incursión al terreno político nacional y fortaleciendo su cercanía al fujimorismo.
El cardenal refiere que la acción del Estado en el tema de los condones regalados es “una traición a Jesús”. ¿Traición a Jesús? De que traición puede hablar una entidad de la iglesia que mostró una defensa incondicional al régimen autoritario de Fujimori en materia de represión, de control político y temas vinculados a la ética pública.
Con esto el pintoresco personaje demuestra que cree estar por encima del bien y el mal. Al parecer ignora la línea jerárquica que tiene al Papa como miembro absoluto, seguido de los obispos y sacerdotes. Los cardenales sólo son consejeros del Papa, pero no tienen jurisdicción en las diócesis donde mandan los obispos. Esto significa que el cardenal no tiene ni voz ni voto sobre las decisiones del Papa, ya que es un simple lacayo. Ante esto Ugarte respondió que “la distribución de condones está orientada a prevenir embarazos no deseados e incluye campañas de educación sexual”.
El comentario de Cipriani es comprensible, proviniendo de un arzobispo que se vende al mejor postor, de escasos recursos teológicos y torpeza pastoral.
Sin duda alguna, la insensatez nunca será respetable. El rechazo por la prevención del cardenal atenta contra la inteligencia y el sentido común. Y es que el problema de ese tipo de declaraciones generau una desestabilización de las políticas de salud públicas y los esfuerzos gubernamentales para proteger la vida humana. Tal parece que el jefe de la iglesia católica peruana no se ha dado cuenta que el condón, el jebe, o como quiera llamarle, ha demostrado ser un instrumento efectivo para la planificación familiar y un método efectivo en las políticas de prevención contra el VIH y demás enfermedades de transmisión sexual.
La cultura de planificación familiar es un tema sonante. Según las últimas encuestas del INEI -que datan del 2005- la demanda por planificación familiar se ha incrementado de 45,8% en 1986 a 70,7% en el 2005. Esto significa que las personas de este país desean ejercer su derecho fundamental y tener control sobre el número de hijos a tener y a cuando tenerlos. Es decir, manejar su planificación familiar. La encuesta también indica que el 45% de las mujeres en edad fértil utilizan algún método contraceptivo. Estas estadísticas datan del 2005. Hoy en día, 2010, con el arremete de la tecnología y un bombardeo impresionante de publicidad sobre los métodos anticonceptivos. Negar que los preservativos sean beneficios para la civilización moderna no solamente es increíble y tozudo, sino que revela, una vez más, que la religión cree ser poseedora de la verdad absoluta.
Se lo dijo el gobierno alemán al papa en su momento, por cierto. Pero este, claro, ni escuchó. “Una moderna cooperación con el desarrollo debe dar a los pobres acceso a los medios de planificación familiar, y entre ellos, el uso de preservativos; todo lo demás es irresponsable”. Pues eso. Una educación sexual, mi querido cardenal, que evite el uso del condón es, además de simplista y reduccionista, irresponsable. Tal cual. Ahora dice que los programas sobre sexualidad responsable son inmorales y libertinos, y miren, los condones son salvíficos. Y hasta redentores, y con efecto calórico, oigan.