Crítico de literatura, caricaturista, sexólogo, polígrafo, melómano. Conocido en youtube como el “cachero teórico”, Marco Aurelio Denegri (MAD); es sobre todo un hombre de televisión, aunque lo padece. Odia la televisión pero vive de ella. Marco Aurelio Denegri probablemente sea uno de los personajes más excéntricos que maneja el show entre ademanes, gruñas, gestos y tonos altos mientras suelta una crítica sesuda. No es una estrella, pero se comporta como tal: no es fácil dar con su paradero, no da entrevistas y mira por debajo del hombro. Su comportamiento fuera de cámaras es casi desconocido. Nos acercamos a la persona más hepática, con un toque de mala onda y cascarrabias. Este es el resultado. Hubo heridos y contusos.
Marco Aurelio Denegri, el energético conductor del programa de televisión “La Función de la Palabra”, atacado por la timidez, se acobarda y decide rechazarnos. “No es mi onda”, se excusa. No nos va a dar la entrevista. Tanto perseguirlo y asecharlo en su casa fue en vano. El hombre de televisión no quiere dar entrevistas, así de simple. Nadie conoce que hay detrás de la ventana, nadie sabe que hace. Sólo aparece una noche a la semana a través del canal del Estado criticando libros y dando lecciones de sexualidad, ortografía y gramática.
Dicen quienes lo conocen que le gusta hablar, que a veces acepta que lo entrevisten sus conocidos, alguna mujer que le despierte arrechura o cuando está de buen humor, pero generalmente declina. Denegri luce flaco y cansado. Un poco de pelo adorna su cabeza en forma de foco. A juzgar por su escasa barba, es lampiño. Aparenta ser alguien quien resolvió los acertijos de la vida, pero es sólo en teoría. Su prominente nariz sobresale por sobre un rostro y sus orejas parecen escuchar hasta el más mínimo susurro. Se denomina como gesticula dórico. No es muy atractivo y parece tener más conocimientos que experiencias.
Marco Aurelio Denegri nació en Lima en el año 1938. Fue el único hijo del matrimonio Denegri-Santa Gadea: ella, profesora; él, sub-director del colegio Guadalupe. Desde muy pequeño, Marco Aurelio tenía gran admiración por su padre y la biblioteca de este. De él heredó el gusto por la lectura. Con los años, fue alejándose de amigos, familiares y pasó más tiempo en su biblioteca. Se acostumbró a leer más de cuatro horas al día y ha llegado a decir, en más de una oportunidad, que la Real Academia de la Lengua está mal informada. La altura de sus conocimientos lo hizo no sólo reservado, sino un ser huraño y ermitaño hasta con sus seres más cercanos. Es difícil acercarse a él, con solo escuchar dos palabras, Marco Aurelio Denegri sabe que no eres parte de ese selecto grupo de extrema sapiencia del que él, por supuesto, se siente parte. Y claro, como no lo eres, no quiere gastar su tiempo hablando contigo. Está ocupado.
Su vida fuera de cámaras es un misterio. Sin embargo, según Samantha Chau, productora de su programa, quien lo acompaña desde hace diez años, no tiene otro quehacer más que leer, escribir y pensar. Su vida gira en torno a sus tareas intelectuales. Él sólo demuestra que prefiere leer a Schopenhauer antes de colaborar con una entrevista.
***
Estoy ocupado –dice mientras mueve la muñeca de su mano derecha de un lado a otro. Samantha Chau, comenta que el doctor Marco Aurelio es una persona amable y con tiempo libre. Su vida se resume en leer, escribir, pensar e ir al canal para la conducción del programa. Marco Aurelio Denegri lleva 30 años en la televisión de manera interrumpida. Condujo desde 1997 “A solas con Marco Aurelio Denegri” en el canal Cable Mágico Cultural. En el 2000, renunció y desde hace diez años conduce el programa “La función de la palabra”, transmitido por TV Perú (antes TNP) que aborda diversos aspectos de la cultura, aunque él considera que su programa es contracultural.
Lunes, 4:00pm. Ha llegado el día de su martirio. Durante tres horas Marco Aurelio Denegri se somete al maquillaje, las luces y las cámaras. Uno de los camarógrafos comenta que el doctor trae todo milimétricamente detallado. Nunca improvisa y no acepta críticas. Cuentan por la recepción que cuando alguna persona cuestiona su desenvolvimiento ante cámaras, se altera y reniega aparatosamente. El producto final sale al aire los miércoles a las 10:00 pm.; donde nos hace sentir brutos, como si fuera un pecado no ser tan cultivados como él. Repele al público y lo espanta: por eso posee uno de los ratings más bajos de la televisión nacional. Al parecer a Marco Aurelio Denegri no le importa. “Mi programa no es para idiotas”, sostiene con su peculiar expresión de soberbia. Durante sesenta minutos, sólo él, frente a la pantalla, escrudiña, explica, analiza, critica obras literarias y responde preguntas de índole sexual.
Ahora critica ahora a Santiago Roncagliolo, dice de su último libro “Tan cerca de la vida” que es un trote de burro y que simplemente no lo puede recomendar. Él, que ha publicado ocho libros, se siente en el derecho de juzgar la obra de otros. Libros titulados “Obscenidad y pornografía”, “La niña masturbación y su madrastra tabú”, “De esto y aquello”, “Cuestión de olfato”, libros que sólo se encuentran en su página web oficial desde 15 soles, libros que nadie conoce, libros que solo él conoce. En una de sus innumerables publicaciones sostiene que la teleaudiencia es víctima de la cacosmia –un gusto pervertido a lo desagradable que entrega la televisión–. Divulga, por todo lo alto, que detesta la televisión pero en una entrevista realizada hace algunos años para la revista Gente, afirmó: “no puedo negarme a dar su cuota de esclarecimiento, en medio de un torbellino de incultura y embrutecimiento”. Gran favor el que nos hace. Marco Aurelio Denegri mueve los manos como si su intelecto lo hiciera volar, y manda al corte. Así nomás. Necesita respirar.
Después de cinco tardes tras haber tocado desesperadamente el portón y haber deslizado notitas por debajo de su puerta, Marco Aurelio Denegri se asoma por su ventana. Para variar, está renegando desde el segundo piso de su casa, no le interesa dar una entrevista, dice no tener tiempo. Se queda en silencio mirando a quienes fueron a buscarlo. Luce incómodo, retuerce las manos y hunde la cabeza en los hombros. Denegri vive en el anexo de un hostal dos estrellas. El lugar está rodeado de casas coloniales construidas en la década de 1930. Al parecer, no vienen muchas parejas. El cuarto cuesta 80 soles y según el recepcionista es sólo para extranjeros. En Internet lo conocen como: el “cachero teórico”. Resulta curioso que lleve ese apelativo alguien quien no tiene pareja y mucho menos hijos. Su única pareja conocida fue una argentina con la que se paseaba por jirón de la Unión en 1972. Pero el enamoramiento fue fugaz, una comprobación práctica de lo que él siempre ha visto: “el amor es un fenómeno predecible, un trámite breve”. En una conferencia de Marco Aurelio en el Club Miraflores, sostuvo que solo habría de tener una mujer si esta era bella, le despertaba arrechura o lo atendiera perpetuamente.
Bajo esa premisa, viernes, 5:30 pm., fuimos a su encuentro.
—¿Le podemos robar algunos minutos de su tiempo? —preguntamos mirándolo fijamente.
—Mmmm, depende —responde con esa mirada que lanza cuando aparentemente algo le incomoda.
—Bueno, quizá puedan regresar más tarde y podamos hacer otra cosa, pero eso no… mmm pensándolo bien, creo que mejor no.
Posiblemente Marco Aurelio Denegri estaba ocupado hilando pensamientos filosóficos y haciendo de sus conversaciones “orgías” de sapiencia, “masturbaciones intelectuales”. O quizá esté ocupado con los gemidos de las parejas que se encuentran al otro lado de la pared, quien sabe.
Cerró su ventana suavemente y su figura se quedó detrás de sus cortinas opacas: inmóvil. No se movió hasta que nos alejamos de su vista. Desde afuera se aprecia una luz gris, sin gracia. La casa parece deshabitada. Las luces están apagadas, la calle ni enterada y yo ahí parada con la grabadora en la mano esperando en vano que cambie de opinión y me conceda la entrevista.
Marco Aurelio Denegri, el energético conductor del programa de televisión “La Función de la Palabra”, atacado por la timidez, se acobarda y decide rechazarnos. “No es mi onda”, se excusa. No nos va a dar la entrevista. Tanto perseguirlo y asecharlo en su casa fue en vano. El hombre de televisión no quiere dar entrevistas, así de simple. Nadie conoce que hay detrás de la ventana, nadie sabe que hace. Sólo aparece una noche a la semana a través del canal del Estado criticando libros y dando lecciones de sexualidad, ortografía y gramática.
Dicen quienes lo conocen que le gusta hablar, que a veces acepta que lo entrevisten sus conocidos, alguna mujer que le despierte arrechura o cuando está de buen humor, pero generalmente declina. Denegri luce flaco y cansado. Un poco de pelo adorna su cabeza en forma de foco. A juzgar por su escasa barba, es lampiño. Aparenta ser alguien quien resolvió los acertijos de la vida, pero es sólo en teoría. Su prominente nariz sobresale por sobre un rostro y sus orejas parecen escuchar hasta el más mínimo susurro. Se denomina como gesticula dórico. No es muy atractivo y parece tener más conocimientos que experiencias.
Marco Aurelio Denegri nació en Lima en el año 1938. Fue el único hijo del matrimonio Denegri-Santa Gadea: ella, profesora; él, sub-director del colegio Guadalupe. Desde muy pequeño, Marco Aurelio tenía gran admiración por su padre y la biblioteca de este. De él heredó el gusto por la lectura. Con los años, fue alejándose de amigos, familiares y pasó más tiempo en su biblioteca. Se acostumbró a leer más de cuatro horas al día y ha llegado a decir, en más de una oportunidad, que la Real Academia de la Lengua está mal informada. La altura de sus conocimientos lo hizo no sólo reservado, sino un ser huraño y ermitaño hasta con sus seres más cercanos. Es difícil acercarse a él, con solo escuchar dos palabras, Marco Aurelio Denegri sabe que no eres parte de ese selecto grupo de extrema sapiencia del que él, por supuesto, se siente parte. Y claro, como no lo eres, no quiere gastar su tiempo hablando contigo. Está ocupado.
Su vida fuera de cámaras es un misterio. Sin embargo, según Samantha Chau, productora de su programa, quien lo acompaña desde hace diez años, no tiene otro quehacer más que leer, escribir y pensar. Su vida gira en torno a sus tareas intelectuales. Él sólo demuestra que prefiere leer a Schopenhauer antes de colaborar con una entrevista.
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Estoy ocupado –dice mientras mueve la muñeca de su mano derecha de un lado a otro. Samantha Chau, comenta que el doctor Marco Aurelio es una persona amable y con tiempo libre. Su vida se resume en leer, escribir, pensar e ir al canal para la conducción del programa. Marco Aurelio Denegri lleva 30 años en la televisión de manera interrumpida. Condujo desde 1997 “A solas con Marco Aurelio Denegri” en el canal Cable Mágico Cultural. En el 2000, renunció y desde hace diez años conduce el programa “La función de la palabra”, transmitido por TV Perú (antes TNP) que aborda diversos aspectos de la cultura, aunque él considera que su programa es contracultural.
Lunes, 4:00pm. Ha llegado el día de su martirio. Durante tres horas Marco Aurelio Denegri se somete al maquillaje, las luces y las cámaras. Uno de los camarógrafos comenta que el doctor trae todo milimétricamente detallado. Nunca improvisa y no acepta críticas. Cuentan por la recepción que cuando alguna persona cuestiona su desenvolvimiento ante cámaras, se altera y reniega aparatosamente. El producto final sale al aire los miércoles a las 10:00 pm.; donde nos hace sentir brutos, como si fuera un pecado no ser tan cultivados como él. Repele al público y lo espanta: por eso posee uno de los ratings más bajos de la televisión nacional. Al parecer a Marco Aurelio Denegri no le importa. “Mi programa no es para idiotas”, sostiene con su peculiar expresión de soberbia. Durante sesenta minutos, sólo él, frente a la pantalla, escrudiña, explica, analiza, critica obras literarias y responde preguntas de índole sexual.
Ahora critica ahora a Santiago Roncagliolo, dice de su último libro “Tan cerca de la vida” que es un trote de burro y que simplemente no lo puede recomendar. Él, que ha publicado ocho libros, se siente en el derecho de juzgar la obra de otros. Libros titulados “Obscenidad y pornografía”, “La niña masturbación y su madrastra tabú”, “De esto y aquello”, “Cuestión de olfato”, libros que sólo se encuentran en su página web oficial desde 15 soles, libros que nadie conoce, libros que solo él conoce. En una de sus innumerables publicaciones sostiene que la teleaudiencia es víctima de la cacosmia –un gusto pervertido a lo desagradable que entrega la televisión–. Divulga, por todo lo alto, que detesta la televisión pero en una entrevista realizada hace algunos años para la revista Gente, afirmó: “no puedo negarme a dar su cuota de esclarecimiento, en medio de un torbellino de incultura y embrutecimiento”. Gran favor el que nos hace. Marco Aurelio Denegri mueve los manos como si su intelecto lo hiciera volar, y manda al corte. Así nomás. Necesita respirar.
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Después de cinco tardes tras haber tocado desesperadamente el portón y haber deslizado notitas por debajo de su puerta, Marco Aurelio Denegri se asoma por su ventana. Para variar, está renegando desde el segundo piso de su casa, no le interesa dar una entrevista, dice no tener tiempo. Se queda en silencio mirando a quienes fueron a buscarlo. Luce incómodo, retuerce las manos y hunde la cabeza en los hombros. Denegri vive en el anexo de un hostal dos estrellas. El lugar está rodeado de casas coloniales construidas en la década de 1930. Al parecer, no vienen muchas parejas. El cuarto cuesta 80 soles y según el recepcionista es sólo para extranjeros. En Internet lo conocen como: el “cachero teórico”. Resulta curioso que lleve ese apelativo alguien quien no tiene pareja y mucho menos hijos. Su única pareja conocida fue una argentina con la que se paseaba por jirón de la Unión en 1972. Pero el enamoramiento fue fugaz, una comprobación práctica de lo que él siempre ha visto: “el amor es un fenómeno predecible, un trámite breve”. En una conferencia de Marco Aurelio en el Club Miraflores, sostuvo que solo habría de tener una mujer si esta era bella, le despertaba arrechura o lo atendiera perpetuamente.
Bajo esa premisa, viernes, 5:30 pm., fuimos a su encuentro.
—¿Le podemos robar algunos minutos de su tiempo? —preguntamos mirándolo fijamente.
—Mmmm, depende —responde con esa mirada que lanza cuando aparentemente algo le incomoda.
—Bueno, quizá puedan regresar más tarde y podamos hacer otra cosa, pero eso no… mmm pensándolo bien, creo que mejor no.
Posiblemente Marco Aurelio Denegri estaba ocupado hilando pensamientos filosóficos y haciendo de sus conversaciones “orgías” de sapiencia, “masturbaciones intelectuales”. O quizá esté ocupado con los gemidos de las parejas que se encuentran al otro lado de la pared, quien sabe.
Cerró su ventana suavemente y su figura se quedó detrás de sus cortinas opacas: inmóvil. No se movió hasta que nos alejamos de su vista. Desde afuera se aprecia una luz gris, sin gracia. La casa parece deshabitada. Las luces están apagadas, la calle ni enterada y yo ahí parada con la grabadora en la mano esperando en vano que cambie de opinión y me conceda la entrevista.
