Lorenzo Chillón menciona en su Crítica y objetividad contra dogmatismo: lecciones popperianas para el periodismo informativo, que no es posible la transmisión de una verdad en un medio informativo, y esto no es del todo cierto. No es cierto por una simple diferencia: existen verdades y verdades potenciales o no probadas. Una verdad es un hecho irrefutable, como podría ser: el Titánic se hundió. Por más que se recupere el armazón, se hagan pruebas y lancen conjeturas sobre cómo o porqué se hundió, no se podrá negar que se hundió. De este ejemplo, la verdad es que el barco se hundió y la verdad potencial es el porqué se hundió. No se puede considerar que el porqué sea una verdad absoluta porque está sujeta al juicio de una persona y no se basa en un hecho tangible. Esto es similar al ejemplo de la teoría de Einstein que Popper utiliza para justificar la teoría de realismo que respalda, ya que la teoría se basa en asunciones y por ende está sujeto a error. La verdad en cambio, no está sujeta a error y no depende de nada para que sea válida. Se sustenta por sí misma.
Entonces, la transmisión de una verdad en un medio informativo es posible –¿o acaso el 15 de abril de 1912 los periódicos no anunciaban la tragedia?-. En el texto de Chillón, en cambio, se lee que la verdad es, al parecer, algo inalcanzable. Esto da cabida a una discusión filosófica -que trasciende el alcance de este texto- ya que se afirma que la verdad no existe, o traducido al lenguaje de proposiciones: es verdad que la verdad no existe. Pero sin considerar este desliz, la verdad si es transmisible. Esto, otra vez, porque la verdad es un hecho, concreto, real, inamovible, perdurable a través del tiempo. El resto son conjeturas u opiniones que depende de quién las diga, de un punto de vista, del humor de alguien, de una alucinación o de la fantasía. El resto, no es de fiar porque no se puede estar seguro de si es una verdad o no. En este sentido, se llega a un consenso con Chillón, porque él afirma, al igual que Popper, que lo más que se puede transmitir es verosimilitud (en temas que podrían ser catalogados como verdades potenciales), y esto significa, una aproximación a la verdad, una cuasi verdad.
Todos las “verdades” vertidas en los testimonios recogidos in situ deben ser catalogados como meras aproximaciones a la verdad. Esto porque se está involucrando el juicio de una persona en algo que debe carecer de error, que no puede estar basado en conjeturas, en ideas, en suposiciones. Un testimonio debe ser objetivo y no influenciado por las circunstancias. Como recuerda Chillón: “todo lo que involucre un juicio de valor, todo lo subjetivo, no puede ser verdad”. Así que la objetividad no debe ser solo parte de la línea de ética del periodista, sino que también debe ser parte del testimonio que se recoja, porque una persona puede conocer el hecho, pero luego tergiversarlo e informar sobre una verdad adornada, que al final resulta en el reflejo del la imaginación de una persona. La pregunta ahora sería: ¿La objetividad es algo verdadero?
A fin de cuentas, la objetividad no es posible de lograr, es un ideal, una línea de idea que se debería seguir, pero que es inalcanzable. Chillón sugiere que sí es posible si no existen agentes que restrinjan la libertad de escritura del periodista, cual si la redacción fuese una cárcel en donde se hace lo que manda el capataz. Sin embargo, y como dice Kant, la objetividad se construye subjetivamente.
Confesiones de una paloma
viernes, 5 de agosto de 2011
ANÁLISIS LINGÜÍSTICO DE BOURDIEU
Bourdieu en El lenguaje y la comunicación: de los mercados lingüísticos a la degradación mediática describe cómo las interacciones de las personas mediante el habla comparten el mismo comportamiento que los mercados económicos. Bajo este esquema, el discurso (o argumento) equivale al producto, el cual adquiere valor –para Bourdieu un poder simbólico- al ser aceptado y compartido dentro del mercado lingüístico. El sociólogo francés hace énfasis en que existen diferentes grupos dentro de los mercados, los cuales comparten ciertos aspectos intelectuales y de alineación de pensamiento. Bourdieu menciona que estos factores son producto de la interacción social humana y es algo normal e inevitable. Un claro ejemplo de esto son las elecciones nacionales. Cada persona maneja su propia verdad en cuanto a los candidatos, haciendo oídos sordos y filtrando lo que se quiere escuchar. Las discusiones de quién es mejor –o cual es el menos malo- no llevan, por lo general, a un consenso. Puede darse el caso –y se da muy a menudo- que dos personas que comparten el mismo espacio físico tengan posiciones encontradas en esta discusión. Sin embargo, es menos probable que ocurra si estas dos personas han recibido la misma educación y frecuentan círculos sociales similares. Esto se debe, dice Bourdieu, porque la mentalidad se forja en el ambiente social. Los discursos aceptados y aplaudidos siguen un patrón acatado por el sector social en el que uno se encuentre.
Bajo este concepto, las intervenciones que una persona tiene dentro del mercado lingüístico alteran el beneficio simbólico del discurso que se predica. Si convence o el trasfondo es seguido por otras personas, entonces se dice que aumenta su beneficio simbólico – el argumento se vuelve más popular dentro del grupo, es más aceptado-. Es por esto que las intervenciones deben de estar enfocadas a un público objetivo y tiene que ser preparado exclusivamente para él. De esto deriva la acotación de Bourdieu que refiere a que un discurso sólo es válido dentro del sector de mercado para el cual fue concebido. Y como el mercado es un ambiente social, se infiere que el discurso lleva también una marca social.
Por esto, Bourdieu afirma que la única manera de entender o interpretar un discurso es analizándolo dentro del contexto bajo el cual fue concebido. Esto tiene sentido ya que no todo lo que se dice debe de interpretarse literalmente. Las jergas o regionalismos hacen que sea posible decir la misma frase en dos lugares distintos y, aunque hablen el mismo idioma, en uno se salga bien acompañado y en el otro magullado tras tremenda paliza. Esto porque lo que se dice cobra diferente significado dependiendo del contexto social en el que uno se encuentre. Esto no es exclusivo, claro, de palabras con doble significado, sino de percepciones sociales propias de un lugar geográfico, creencias ancestrales transmitidas a través de las generaciones o malinterpretaciones de la lengua que han sido adoptadas como válidas.
A primera vista, Bourdieu convence con la teoría de análisis del habitus lingüístico, pero al inspeccionarlo detenidamente resulta que responde la pregunta equivocada. De todas maneras, es una alternativa válida para descifrar el mensaje contenido en los discursos (eso no está en discusión), pero hay que tomar en cuenta que el resultado del ejercicio podría no ser el correcto y que no hay manera de asegurarse de esto.
Bajo este concepto, las intervenciones que una persona tiene dentro del mercado lingüístico alteran el beneficio simbólico del discurso que se predica. Si convence o el trasfondo es seguido por otras personas, entonces se dice que aumenta su beneficio simbólico – el argumento se vuelve más popular dentro del grupo, es más aceptado-. Es por esto que las intervenciones deben de estar enfocadas a un público objetivo y tiene que ser preparado exclusivamente para él. De esto deriva la acotación de Bourdieu que refiere a que un discurso sólo es válido dentro del sector de mercado para el cual fue concebido. Y como el mercado es un ambiente social, se infiere que el discurso lleva también una marca social.
Por esto, Bourdieu afirma que la única manera de entender o interpretar un discurso es analizándolo dentro del contexto bajo el cual fue concebido. Esto tiene sentido ya que no todo lo que se dice debe de interpretarse literalmente. Las jergas o regionalismos hacen que sea posible decir la misma frase en dos lugares distintos y, aunque hablen el mismo idioma, en uno se salga bien acompañado y en el otro magullado tras tremenda paliza. Esto porque lo que se dice cobra diferente significado dependiendo del contexto social en el que uno se encuentre. Esto no es exclusivo, claro, de palabras con doble significado, sino de percepciones sociales propias de un lugar geográfico, creencias ancestrales transmitidas a través de las generaciones o malinterpretaciones de la lengua que han sido adoptadas como válidas.
A primera vista, Bourdieu convence con la teoría de análisis del habitus lingüístico, pero al inspeccionarlo detenidamente resulta que responde la pregunta equivocada. De todas maneras, es una alternativa válida para descifrar el mensaje contenido en los discursos (eso no está en discusión), pero hay que tomar en cuenta que el resultado del ejercicio podría no ser el correcto y que no hay manera de asegurarse de esto.
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degradación mediática,
lenguaje y comunicación
miércoles, 3 de agosto de 2011
Relaciones apadrinadas
En pleno siglo XIX la sociedad limeña, desde pequeños, nos inculcado que la intimidad y la economía mejor mantenerlos separados para evitar su perversión. Sin embargo, en “La negociación de la intimidad”, Viviana A. Zelizer afirma que las prácticas económicas constituyen un patrón en las relaciones sociales íntimas, generalmente caracterizadas por el afecto y la confianza.
Hace algún tiempo atrás, un compañero, el cual había conocido tres meses antes, me invitó informalmente un almuerzo en un restaurante con vista al mar. Llegué con una hora y media tarde y bromeó en que yo pagaría la cuenta por la tardanza. No me pareció tan descabellada la idea, teniendo en cuenta que yo había cometido la falta. Relacionando la situación y vinculándola con los conceptos trabajados por Zeiler, se considera una cita cuando él se ofrece a pagar la cuenta sin compartir gastos de ningún tipo. El almuerzo se prolongó aproximadamente tres horas. Sin embargo, aún no me quedaba claro si nuestro encuentro era simplemente una reunión de amigos, una salida, un treating o una cita.
Al final de la velada, paga la cuenta y se ofrece llevarme a casa, lo cual me pareció un poco creepy porque era la primera vez que salíamos y no tenía idea en donde quedaba mi casa. Evidentemente, era una cita. Antes de tomar el camino a mi casa, se desvía y vamos a un centro comercial. Me deja esperando en el estacionamiento, mientras me vende la idea que iba a pagar unas cuentas al banco. Durante el camino a casa, se portó muy amable y toda la conversación era en relación a nuestra próxima salida, del día siguiente. Al llegar a mi casa, me da un regalo. Evidentemente, no quise aceptar el don. En primer lugar porque en casa me habían inculcado que no aceptara regalos de desconocidos, pues evidentemente me sentiría deuda. Y, si en aquel momento aceptaba el don, pensé que me vería obligada a pasar un tiempo extra con él. En segundo lugar, sentía que me estaba tratando de comprar. También, se me cruzó por la mente, su reacción al no aceptar el don. Probablemente, se sentirá rechazado y pensará que no quiero nada con él, pensé. Para Mauss, aceptar un don o regalo es aceptar parte del alma de quién regala. El regalo tiene un cometido en la persona que lo recibe. El objeto no es inerte, tiene un alma y trata por sí mismo de volver a su dueño de origen. Sin embargo, rechazar un regalo, es visto como una ofensa que puede muchas veces, puede conducir a la guerra o en este caso a un desplante. Estaba claro que yo quería seguir frecuentando a este hombre. Por ello, dude en aceptarlo o no. Mauss sostiene que los dones que no se devuelven siguen transformando en inferior a la persona quién los aceptó. Es decir, si aceptaba el don las probabilidades de estar supeditada a lo que me pida eran mayores. Pues, cuando la gente intercambia regalos está esperando una devolución. Ya que al recibir el don afectivo, está implícito el dar, recibir y devolver. Evidentemente, si aceptaba el don me vería obligada a devolverlo de algún modo. Felizmente, mi inexperiencia me hicieron hacerle caso a los sermones recalcados en casa. Es así que no recibí el regalo.
Grande fue mi sorpresa, porque aparentemente hasta el momento no hemos tenido ningún acercamiento (llámese demostraciones de afecto, etc) y nuestras conversaciones eran amicales, tampoco me realizó ninguna propuesta. En un primer momento, me negué aceptar el dinero y me justificó que era vísperas de mi cumpleaños y que probablemente no iba a verlo. Acepté el dinero y junto con aquella aceptación los numerosos detalles y atenciones se multiplicaron como por arte de magia. Zelizer sostiene que aunque las personas intenten mantener el dinero apartado de lo privado, ambos mundos se conectan y se combinan incesantemente. A lo largo de todas sus explicaciones y casos Zelizer demuestra de qué modo el precio es central en tres áreas claves de la intimidad: las relaciones de pareja, las de cuidados y las de la vida doméstica. La relación que ya había iniciado con este hombre no tenia nombre, hasta el momento. El era soltero y yo también, sin embargo no podía catalogarla como una relación de pareja, porque no me dijo para ser enamorados y tampoco manifestó que quería un treating, en ningún momento hablamos de las características de la relación. Extraña situación porque hasta el momento él solo había dado y no recibido nada a cambio.
Ciertamente, a lo largo de algunos meses logre desarrollar algún tipo de cariño por este personaje. Si era amor o no, es cuestionable, debido a que la relación estaba íntimamente vinculada a los dones. ¿Es que acaso el amor sincero está obligado a mantenerse desligado de las relaciones intimas económicas?
No había ningún tipo de compromiso de ambas partes pero cuando nos empezamos a frecuentar mas a menudo, empezamos a salir, tal y como lo define Zelizer, una forma exclusiva y duradera. Los lazos de sociales de intimidades y de transacciones de económicas se acabaron en cuanto logre desarrollar un sentimiento de amor hacia este personaje, el cual no buscaba ningún tipo de relación duradera, mucho menos un noviazgo.
Para finalizar, considero que evidentemente las relaciones intimas están apadrinadas por el dinero dado que una vez terminada la relación, los conflictos que por lo general se producen, son por la vinculación de ambos universos en tensión generalmente devienen en procesos judiciales y el derecho que representa el ámbito ideal para analizarlos.
Hace algún tiempo atrás, un compañero, el cual había conocido tres meses antes, me invitó informalmente un almuerzo en un restaurante con vista al mar. Llegué con una hora y media tarde y bromeó en que yo pagaría la cuenta por la tardanza. No me pareció tan descabellada la idea, teniendo en cuenta que yo había cometido la falta. Relacionando la situación y vinculándola con los conceptos trabajados por Zeiler, se considera una cita cuando él se ofrece a pagar la cuenta sin compartir gastos de ningún tipo. El almuerzo se prolongó aproximadamente tres horas. Sin embargo, aún no me quedaba claro si nuestro encuentro era simplemente una reunión de amigos, una salida, un treating o una cita.
Al final de la velada, paga la cuenta y se ofrece llevarme a casa, lo cual me pareció un poco creepy porque era la primera vez que salíamos y no tenía idea en donde quedaba mi casa. Evidentemente, era una cita. Antes de tomar el camino a mi casa, se desvía y vamos a un centro comercial. Me deja esperando en el estacionamiento, mientras me vende la idea que iba a pagar unas cuentas al banco. Durante el camino a casa, se portó muy amable y toda la conversación era en relación a nuestra próxima salida, del día siguiente. Al llegar a mi casa, me da un regalo. Evidentemente, no quise aceptar el don. En primer lugar porque en casa me habían inculcado que no aceptara regalos de desconocidos, pues evidentemente me sentiría deuda. Y, si en aquel momento aceptaba el don, pensé que me vería obligada a pasar un tiempo extra con él. En segundo lugar, sentía que me estaba tratando de comprar. También, se me cruzó por la mente, su reacción al no aceptar el don. Probablemente, se sentirá rechazado y pensará que no quiero nada con él, pensé. Para Mauss, aceptar un don o regalo es aceptar parte del alma de quién regala. El regalo tiene un cometido en la persona que lo recibe. El objeto no es inerte, tiene un alma y trata por sí mismo de volver a su dueño de origen. Sin embargo, rechazar un regalo, es visto como una ofensa que puede muchas veces, puede conducir a la guerra o en este caso a un desplante. Estaba claro que yo quería seguir frecuentando a este hombre. Por ello, dude en aceptarlo o no. Mauss sostiene que los dones que no se devuelven siguen transformando en inferior a la persona quién los aceptó. Es decir, si aceptaba el don las probabilidades de estar supeditada a lo que me pida eran mayores. Pues, cuando la gente intercambia regalos está esperando una devolución. Ya que al recibir el don afectivo, está implícito el dar, recibir y devolver. Evidentemente, si aceptaba el don me vería obligada a devolverlo de algún modo. Felizmente, mi inexperiencia me hicieron hacerle caso a los sermones recalcados en casa. Es así que no recibí el regalo.
Grande fue mi sorpresa, porque aparentemente hasta el momento no hemos tenido ningún acercamiento (llámese demostraciones de afecto, etc) y nuestras conversaciones eran amicales, tampoco me realizó ninguna propuesta. En un primer momento, me negué aceptar el dinero y me justificó que era vísperas de mi cumpleaños y que probablemente no iba a verlo. Acepté el dinero y junto con aquella aceptación los numerosos detalles y atenciones se multiplicaron como por arte de magia. Zelizer sostiene que aunque las personas intenten mantener el dinero apartado de lo privado, ambos mundos se conectan y se combinan incesantemente. A lo largo de todas sus explicaciones y casos Zelizer demuestra de qué modo el precio es central en tres áreas claves de la intimidad: las relaciones de pareja, las de cuidados y las de la vida doméstica. La relación que ya había iniciado con este hombre no tenia nombre, hasta el momento. El era soltero y yo también, sin embargo no podía catalogarla como una relación de pareja, porque no me dijo para ser enamorados y tampoco manifestó que quería un treating, en ningún momento hablamos de las características de la relación. Extraña situación porque hasta el momento él solo había dado y no recibido nada a cambio.
Ciertamente, a lo largo de algunos meses logre desarrollar algún tipo de cariño por este personaje. Si era amor o no, es cuestionable, debido a que la relación estaba íntimamente vinculada a los dones. ¿Es que acaso el amor sincero está obligado a mantenerse desligado de las relaciones intimas económicas?
No había ningún tipo de compromiso de ambas partes pero cuando nos empezamos a frecuentar mas a menudo, empezamos a salir, tal y como lo define Zelizer, una forma exclusiva y duradera. Los lazos de sociales de intimidades y de transacciones de económicas se acabaron en cuanto logre desarrollar un sentimiento de amor hacia este personaje, el cual no buscaba ningún tipo de relación duradera, mucho menos un noviazgo.
Para finalizar, considero que evidentemente las relaciones intimas están apadrinadas por el dinero dado que una vez terminada la relación, los conflictos que por lo general se producen, son por la vinculación de ambos universos en tensión generalmente devienen en procesos judiciales y el derecho que representa el ámbito ideal para analizarlos.
martes, 10 de mayo de 2011
El mejor café del mundo
El mejor café del mundo es peruano y se encuentra perdido en las alturas de Puno. Wilson Sucaticona, el artífice de tal hazaña, es un caficultor considerado como un orgullo del sector cafetalero. No es para menos. Es el amo y señor del “mejor café del mundo”. Su habilidad en el manejo del café lo ha hecho acreedor a diferentes premios nacionales e internacionales. No es fácil dar con su paradero. Este es el resultado.
“Su chacra parece detenida en el tiempo y haber sido relegada al olvido. Es un pedazo de paraíso prostituido, alrededor, por chacras de coca con fines ilícitos.”
“El olor y el color se conjugan: fragancia floral y color inexacto: el grano ideal lleva impuesto el color inhabitual de un cerezo. Nadie podría imaginar que el mejor café del mundo es transportado en hombros hasta llegar a la carretera.”
Comunicarse con Wilson Sucaticona Larico no es nada sencillo. Este es un aymara empírico que desde que nació, solo conoce los secretos de cómo sembrar y cosechar las mejores semillas que su padre le entregó. Hablar de café es hablar de granos, climas, sabores, aromas y ceremonias. Pero no hay nada mejor que saborear el café caliente, en la misma chacra, en las alturas de la localidad de Tunkimayo, en el Valle de Sandia en la Región de Puno; disfrutar de la esencia que te deja tras un primer sorbo en una helada mañana. Nadie podría imaginarse que el mejor café del mundo, galardonado como el # 1 en calidad, certificado por la Specialty Coffee Association of America (SCAA) en el año 2010, vencedor en el People Choise Award, dejando atrás a ‘vitalicios’ ganadores cafetaleros colombianos, es producido a 1502 kilómetros de Lima en Perú. Sucaticona guarda el secreto del café orgánico bajo siete llaves. La única información disponible que se conoce en los medios —que me resisto a creer— es que el secreto de su éxito se basa en cosas tan sencillas como: el manejo selectivo del grano, la casi perfecta y cuidadosa selección, un despulpado manual y el color de los granos (peculiar, tradicional, exacto). ‘Tunki’ es el Mejor Café Especial del Mundo y tiene una fragancia floral que termina por impregnarse en la ropa y en la yema de los dedos.
—¿Dónde está el triciclo? —le preguntó enérgicamente su padre, Bonifacio Sucaticona.
—Papá, en la tarde salí y me lo robaron —respondió el pequeño Wilson, de tan solo 12 años de edad, paralizado de miedo.
—¡Malcriado!, ¡Desde hoy te vas a la chacra a trabajar! —exclamó su padre enfurecido tras una fuerte paliza.
Bonifacio Sucaticona, castigó sin vacilar al pequeño Wilson. Lo retiró del colegio en 1951 y, sin pensarlo dos veces, lo mandó a trabajar a la chacra. Sucaticona ya llevaba cuatros años ayudando a sus padres en el negocio del café. El pequeño caficultor vivio su primer punto de quiebre abandonando la escuela para siempre y su ciudad natal, la provincia de Moho, para vivir en la chacra de Tunkimayo como hasta hoy. Wilson Sucaticona reemplazó el estudio por el trabajo, la pelota por el machete y los juguetes por los tan preciados granos de café. «Al café hay que cuidarlo, hay que estar pendiente de él todo el tiempo. Por eso paro metido en la chacra 18 horas al día», dice el amable caficultor.
Su padre enfermó gravemente cuando él tenía 17 años y la falta de recursos económicos impidió que lo lleven al médico. El padre falleció y le dejó una sola herencia incalculable para él: las enseñanzas a lo largo de 8 años y los secretos de la tierra para que, hasta el día de hoy, la tradición en calidad continúe. El olor y el color se conjugan: fragancia floral y color inexacto (ni verde limón, ni rojo intenso): el grano ideal lleva impuesto el color inhabitual de un cerezo. El cuidado que se tiene para llevarlo hacia la ciudad más próxima, San Pedro de Putina Punco, sería parte del valor agregado. Así, dentro de las tres hectáreas y media de Sucaticona, se produce, únicamente, alrededor de 30 sacos de 69 kilos al año, certificados con los sellos de la Fair Trade, Rainforest Alliance, Café Practices y orgánico NOP + UE + JAS, institución que vela por las mejores prácticas de sembrado de café orgánico en el mundo. Una hazaña pocas veces vista para un humilde caficultor de las serranías del Perú.
A las 12.00horas de uno de los últimos días de abril del año 2010. En el Centro de Convenciones Anaheum, en California, Estados Unidos, se leían los resultados de un concurso mundial de café mientras Wilson Sucaticona, al fondo, en Sudamérica, despulpaba su café junto a su esposa. Javier Cahuapaza, ingeniero y gerente comercial adjunto de la Central de Cooperativas Agrarias Cafetaleras de los valles de Sandia (CECOVASA) estaba entre los asistentes en el auditorio. Una suerte de ‘representante’ de los cafetaleros —de Tunki también, para su suerte— que no pudieron viajar. El premio de la 22 feria de la Specialty Coffee Association of America como el Mejor Café Especial del Mundo era para el Tunki del incasable Wilson Sucaticona. Catapulta que, luego de ser coronado como bicampeón nacional, alcanzaba su trofeo mundial y, con ello, acreditando y certificando a Sucaticona como el verdadero rey del café en el mundo.
La casa del caficultor está rodeada de enormes cerros llenos de una frondosa y verdísima selva a 1800 metros sobre el nivel del mar en Tunkimayo, Puno. Al frente un pequeño jardín adorna la entrada y al costado, unas tarimas yacen listas para secar café. La modernidad aún no ha llegado a esta la zona: Sucaticona cocina con leña y no cuenta con electricidad ni mucho menos con inodoro de ‘alta calidad’. Su chacra parece detenida en el tiempo y haber sido relegada al olvido. Es un pedazo de paraíso en medio de una bruma verde forestal. Un paraíso puro de espíritu, pero prostituido, alrededor, por chacras de coca con fines ilícitos. Pero ese no es obstáculo para que el caficultor siga adelante.
La vida en la chacra es difícil. Sucaticona no conoce domingos, feriados ni fiestas de guardar. «Toda la vida me he despertado desde las 4:00 de la mañana y trabajado hasta las 8:00 de la noche», dice el caficultor en un tono enérgico, casi paterno. A pesar de ser risueño no tiene muchos amigos. Es muy común observar en el rostro de este hombre una mirada cansada. Alrededor de sus ojos, unas líneas de expresión empiezan a asomarse, pero a él, ese tema no parece importarle. Es de contextura delgada. Lleva dibujadas gruesas venas que parecen explotar como si toda su vida y experiencia estuviera concentrada ahí. Sucaticona huele a tierra húmeda, a vegetal, a hierbas, a naturaleza viva. El caficultor siempre fue un hombre hogareño. De pequeño no asistía a fiestas y tampoco contaba con muchos amigos. Toda su fuerza y dedicación se los entregaba al café. Su padre estaba orgulloso de él. El único hombre de la familia que se dedica totalmente a la chacra. El hombre ordenado y aseado que no puede evitar que el polvo y la tierra se aparten de sus uñas. Al que le gusta lucir bien: cuando baja a la ciudad, es usual ver al anónimo cafetalero, con una casaca de cuero muy bien cuidada cual smoking para fechas importantes. El caficultor luce finos cabellos color negro azabache que se acomoda cuidadosamente cada vez que sale. Los peina suavemente con agua y los afirma con sus manos.
Son las cuatro de la mañana y el sol aún no se asoma. A Sucaticona parece no importarle. Ni la falta de carreteras, medios de comunicación ni las habituales lluvias han sido obstáculo para que su café haya sido consagrado como el primero mundialmente. De lunes a domingo, a esta misma hora, su esposa, Luz Delia Larico y el caficultor, madrugan para dar gracias a Dios y pedir permiso a la tierra para poder trabajar. El silencio infinito de la chacra es agobiante. Sucaticona luce inquieto, mira el cielo que aún permanece oscuro mientras algunos rayos de luz asoman como por plegarias. El camino no es fácil. No hay animales de carga y mucho menos señalización. A la chacra del agricultor se llega a pie. Nadie podría imaginar que el mejor café del mundo es transportado en hombros hasta llegar a la carretera. Después recorrerán durante 12 horas las intrincadas pistas del altiplano andino hasta Juliaca, la ciudad más cercana, y emprenderán un viaje de 1502 kilómetros a Lima.
Siempre trata de sacarle el mayor provecho al día. Desde las cinco de la mañana Wilson se dedica a despulpar a mano el café. Su esposa, entonces, empieza a preparar el almuerzo y toda la cocina se llena de humo por la leña que se quema al rojo vivo. Horas después, antes de poner los platos sobre un tablón largo que hace las veces de mesa comedor, airea con fuerza para explusar el humo. El proceso del café es largo y delicado. Nada garantiza que saldrá bien. Luego de cosecharlo y despulparlo a mano, se fermenta durante 20 horas. Este proceso puede tardarse, va dependiendo de las condiciones climáticas. Después, Wilson con ayuda de Luz, lavan el café con agua del canal de conteo, lo seleccionan y se sientan a botar la miel. El proceso de selección es delicado y demanda por lo menos de 3 a 5 horas e inclus puede llegar a durar un día. Siempre va dependiendo de la cantidad cosechada.
Una semana después de la premiación, Tibed Yujra, amigo del caficultor y catador de CECOVASA subió a la chacra para darle la gran noticia.
—¡Wilson, ganó, ganó! El tunki fue el mejor café de todos —le dijo Yujra al caficultor emocionado.
—No lo puedo creer.
—¡Vamos a celebrar, baja!
Sucaticona que había empezado a desyerbar a las seis de la mañana, se detuvo por un momento. A pesar del cansancio, bajó a la oficina de Cecovasa en Putina Punco, junto con Tibed emocionado por saber cuál había sido el premio. Al descender a Putina, los pobladores lo felicitaban y orgullosos le daban un fuerte abrazo. Sucaticona estaba emocionado. Para agasajar al caficultor, hubo una pequeña reunión y algo de música. El premio era la certificación. Eso y todo lo que significa, pero nada más. Sucaticona cayó en la cuenta de algo: su esfuerzo, trabajo, dedicación y tradición habían conquistado paladares mundiales. Su cosecha dio frutos históricos.
“Su chacra parece detenida en el tiempo y haber sido relegada al olvido. Es un pedazo de paraíso prostituido, alrededor, por chacras de coca con fines ilícitos.”
“El olor y el color se conjugan: fragancia floral y color inexacto: el grano ideal lleva impuesto el color inhabitual de un cerezo. Nadie podría imaginar que el mejor café del mundo es transportado en hombros hasta llegar a la carretera.”
Comunicarse con Wilson Sucaticona Larico no es nada sencillo. Este es un aymara empírico que desde que nació, solo conoce los secretos de cómo sembrar y cosechar las mejores semillas que su padre le entregó. Hablar de café es hablar de granos, climas, sabores, aromas y ceremonias. Pero no hay nada mejor que saborear el café caliente, en la misma chacra, en las alturas de la localidad de Tunkimayo, en el Valle de Sandia en la Región de Puno; disfrutar de la esencia que te deja tras un primer sorbo en una helada mañana. Nadie podría imaginarse que el mejor café del mundo, galardonado como el # 1 en calidad, certificado por la Specialty Coffee Association of America (SCAA) en el año 2010, vencedor en el People Choise Award, dejando atrás a ‘vitalicios’ ganadores cafetaleros colombianos, es producido a 1502 kilómetros de Lima en Perú. Sucaticona guarda el secreto del café orgánico bajo siete llaves. La única información disponible que se conoce en los medios —que me resisto a creer— es que el secreto de su éxito se basa en cosas tan sencillas como: el manejo selectivo del grano, la casi perfecta y cuidadosa selección, un despulpado manual y el color de los granos (peculiar, tradicional, exacto). ‘Tunki’ es el Mejor Café Especial del Mundo y tiene una fragancia floral que termina por impregnarse en la ropa y en la yema de los dedos.
—¿Dónde está el triciclo? —le preguntó enérgicamente su padre, Bonifacio Sucaticona.
—Papá, en la tarde salí y me lo robaron —respondió el pequeño Wilson, de tan solo 12 años de edad, paralizado de miedo.
—¡Malcriado!, ¡Desde hoy te vas a la chacra a trabajar! —exclamó su padre enfurecido tras una fuerte paliza.
Bonifacio Sucaticona, castigó sin vacilar al pequeño Wilson. Lo retiró del colegio en 1951 y, sin pensarlo dos veces, lo mandó a trabajar a la chacra. Sucaticona ya llevaba cuatros años ayudando a sus padres en el negocio del café. El pequeño caficultor vivio su primer punto de quiebre abandonando la escuela para siempre y su ciudad natal, la provincia de Moho, para vivir en la chacra de Tunkimayo como hasta hoy. Wilson Sucaticona reemplazó el estudio por el trabajo, la pelota por el machete y los juguetes por los tan preciados granos de café. «Al café hay que cuidarlo, hay que estar pendiente de él todo el tiempo. Por eso paro metido en la chacra 18 horas al día», dice el amable caficultor.
Su padre enfermó gravemente cuando él tenía 17 años y la falta de recursos económicos impidió que lo lleven al médico. El padre falleció y le dejó una sola herencia incalculable para él: las enseñanzas a lo largo de 8 años y los secretos de la tierra para que, hasta el día de hoy, la tradición en calidad continúe. El olor y el color se conjugan: fragancia floral y color inexacto (ni verde limón, ni rojo intenso): el grano ideal lleva impuesto el color inhabitual de un cerezo. El cuidado que se tiene para llevarlo hacia la ciudad más próxima, San Pedro de Putina Punco, sería parte del valor agregado. Así, dentro de las tres hectáreas y media de Sucaticona, se produce, únicamente, alrededor de 30 sacos de 69 kilos al año, certificados con los sellos de la Fair Trade, Rainforest Alliance, Café Practices y orgánico NOP + UE + JAS, institución que vela por las mejores prácticas de sembrado de café orgánico en el mundo. Una hazaña pocas veces vista para un humilde caficultor de las serranías del Perú.
A las 12.00horas de uno de los últimos días de abril del año 2010. En el Centro de Convenciones Anaheum, en California, Estados Unidos, se leían los resultados de un concurso mundial de café mientras Wilson Sucaticona, al fondo, en Sudamérica, despulpaba su café junto a su esposa. Javier Cahuapaza, ingeniero y gerente comercial adjunto de la Central de Cooperativas Agrarias Cafetaleras de los valles de Sandia (CECOVASA) estaba entre los asistentes en el auditorio. Una suerte de ‘representante’ de los cafetaleros —de Tunki también, para su suerte— que no pudieron viajar. El premio de la 22 feria de la Specialty Coffee Association of America como el Mejor Café Especial del Mundo era para el Tunki del incasable Wilson Sucaticona. Catapulta que, luego de ser coronado como bicampeón nacional, alcanzaba su trofeo mundial y, con ello, acreditando y certificando a Sucaticona como el verdadero rey del café en el mundo.
La casa del caficultor está rodeada de enormes cerros llenos de una frondosa y verdísima selva a 1800 metros sobre el nivel del mar en Tunkimayo, Puno. Al frente un pequeño jardín adorna la entrada y al costado, unas tarimas yacen listas para secar café. La modernidad aún no ha llegado a esta la zona: Sucaticona cocina con leña y no cuenta con electricidad ni mucho menos con inodoro de ‘alta calidad’. Su chacra parece detenida en el tiempo y haber sido relegada al olvido. Es un pedazo de paraíso en medio de una bruma verde forestal. Un paraíso puro de espíritu, pero prostituido, alrededor, por chacras de coca con fines ilícitos. Pero ese no es obstáculo para que el caficultor siga adelante.
La vida en la chacra es difícil. Sucaticona no conoce domingos, feriados ni fiestas de guardar. «Toda la vida me he despertado desde las 4:00 de la mañana y trabajado hasta las 8:00 de la noche», dice el caficultor en un tono enérgico, casi paterno. A pesar de ser risueño no tiene muchos amigos. Es muy común observar en el rostro de este hombre una mirada cansada. Alrededor de sus ojos, unas líneas de expresión empiezan a asomarse, pero a él, ese tema no parece importarle. Es de contextura delgada. Lleva dibujadas gruesas venas que parecen explotar como si toda su vida y experiencia estuviera concentrada ahí. Sucaticona huele a tierra húmeda, a vegetal, a hierbas, a naturaleza viva. El caficultor siempre fue un hombre hogareño. De pequeño no asistía a fiestas y tampoco contaba con muchos amigos. Toda su fuerza y dedicación se los entregaba al café. Su padre estaba orgulloso de él. El único hombre de la familia que se dedica totalmente a la chacra. El hombre ordenado y aseado que no puede evitar que el polvo y la tierra se aparten de sus uñas. Al que le gusta lucir bien: cuando baja a la ciudad, es usual ver al anónimo cafetalero, con una casaca de cuero muy bien cuidada cual smoking para fechas importantes. El caficultor luce finos cabellos color negro azabache que se acomoda cuidadosamente cada vez que sale. Los peina suavemente con agua y los afirma con sus manos.
Son las cuatro de la mañana y el sol aún no se asoma. A Sucaticona parece no importarle. Ni la falta de carreteras, medios de comunicación ni las habituales lluvias han sido obstáculo para que su café haya sido consagrado como el primero mundialmente. De lunes a domingo, a esta misma hora, su esposa, Luz Delia Larico y el caficultor, madrugan para dar gracias a Dios y pedir permiso a la tierra para poder trabajar. El silencio infinito de la chacra es agobiante. Sucaticona luce inquieto, mira el cielo que aún permanece oscuro mientras algunos rayos de luz asoman como por plegarias. El camino no es fácil. No hay animales de carga y mucho menos señalización. A la chacra del agricultor se llega a pie. Nadie podría imaginar que el mejor café del mundo es transportado en hombros hasta llegar a la carretera. Después recorrerán durante 12 horas las intrincadas pistas del altiplano andino hasta Juliaca, la ciudad más cercana, y emprenderán un viaje de 1502 kilómetros a Lima.
Siempre trata de sacarle el mayor provecho al día. Desde las cinco de la mañana Wilson se dedica a despulpar a mano el café. Su esposa, entonces, empieza a preparar el almuerzo y toda la cocina se llena de humo por la leña que se quema al rojo vivo. Horas después, antes de poner los platos sobre un tablón largo que hace las veces de mesa comedor, airea con fuerza para explusar el humo. El proceso del café es largo y delicado. Nada garantiza que saldrá bien. Luego de cosecharlo y despulparlo a mano, se fermenta durante 20 horas. Este proceso puede tardarse, va dependiendo de las condiciones climáticas. Después, Wilson con ayuda de Luz, lavan el café con agua del canal de conteo, lo seleccionan y se sientan a botar la miel. El proceso de selección es delicado y demanda por lo menos de 3 a 5 horas e inclus puede llegar a durar un día. Siempre va dependiendo de la cantidad cosechada.
Una semana después de la premiación, Tibed Yujra, amigo del caficultor y catador de CECOVASA subió a la chacra para darle la gran noticia.
—¡Wilson, ganó, ganó! El tunki fue el mejor café de todos —le dijo Yujra al caficultor emocionado.
—No lo puedo creer.
—¡Vamos a celebrar, baja!
Sucaticona que había empezado a desyerbar a las seis de la mañana, se detuvo por un momento. A pesar del cansancio, bajó a la oficina de Cecovasa en Putina Punco, junto con Tibed emocionado por saber cuál había sido el premio. Al descender a Putina, los pobladores lo felicitaban y orgullosos le daban un fuerte abrazo. Sucaticona estaba emocionado. Para agasajar al caficultor, hubo una pequeña reunión y algo de música. El premio era la certificación. Eso y todo lo que significa, pero nada más. Sucaticona cayó en la cuenta de algo: su esfuerzo, trabajo, dedicación y tradición habían conquistado paladares mundiales. Su cosecha dio frutos históricos.
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domingo, 20 de marzo de 2011
FLOR DE UN DÍA
Desde pequeñas hemos sido bombardeadas con frases como: “hay que cuidar el tesorito”, “tienes que guardarte para el hombre de tu vida”, “las relaciones son cosas de adultos”. Estas solo son algunas de las frases que han trastocado nuestro cerebro durante la niñez, adolescencia y, quizá, hasta la temprana juventud. Nadie puede negar que hemos sido expuestas al inagotable discurso de la pureza. Esa manta sagrada que, en teoría, debería permanecer intacta hasta el matrimonio. Aquella que nos evoca nostalgia –si es que lastimosamente brilla por su ausencia. Hablamos de aquello que debe permanecer inalterado y cautivo hasta el casamiento y por ende, debe ser resguardado hasta entonces bajo llave: la virginidad.
Resulta extraño que a inicios del siglo XXI se siga predicando este anticuado –y quizá ya pasado de moda- discurso. Es incómodo y patético crecer y que nuestros padres –principalmente– afirmen incesantemente la importancia de preservar la virginidad hasta el matrimonio, como si no existiera ningún otro destino. Ese alineamiento moral nos obliga a mantener el sello de garantía que –para algunos– hace inflar el pecho y es símbolo de honra femenina. Sin embargo, para los hombres, la cuestión es diferente. ¿Es que acaso resulta normal encontrar en nuestra sociedad limeña un muchacho casto a los 20 años? Es extraño, pero no necesariamente imposible. En Perú, y más precisamente en Lima, después de cierta edad, la castidad de los hombres es asociado a una masculinidad dudosa. Criollamente llamado “cabrito”, pero específicamente bautizado como gay.
Sin embargo, para el “tristemente honrado” Arzobispo de Lima y Primado del Perú, Cardenal Juan Luis Cipriani Thorne, que no se cansa de predicar lo mismo, la castidad significa: “un don, un regalo y no es una represión como dicen algunos”. Para el pueblo peruano, Cipriani perdió toda “virginidad” cuando su sotana apareció figureteando en un capítulo de los vladivideos. Sin embargo, su argumento purista carece de una posición determinante, puesto que al ser un regalo, cada quien puede disponer de su cuerpo como mejor le plazca. Tal y como lo reafirma Marcel Mauss en su definición del don. El cual es dar sin esperar nada a cambio. La libre elección sexual es algo que está ya ocurriendo en la juventud actual. De acuerdo a la encuesta Nacional de Hogares ENAHO-98, realizado por el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), el 7.6% de mujeres se iniciaron sexualmente entre los 10 a 14 años, el 34.9% entre los 15 a 17 años y el 24.6% entre los 18 y 19 años. El 67.1% de mujeres –dos de cada tres mujeres– tuvieron su primera relación sexual en la adolescencia cuando, como corresponde pensar, no estaban casadas.
¿Es que acaso esta reacción es producto de una sociedad hipócrita, en la que es normal sacarle la vuelta a las reglas y romper con toda imposición involuntaria? Para una sociedad como la nuestra, no es novedad que a las mujeres se nos condene en la actividad coital premarital, mientras que a los “machitos”, se les siga festejando la gracia. La generación nuestra ha dejado atrás la época de represión y actualmente gozamos de una liberación sexual. Al mismo modo de Eyes Wide Shut, la película de Stalin Kubrick. Somos testigos de una clara disociación entre la representación de la virginidad para las mujeres y el hecho de festejar el acto sexual para el hombre, de lo impuesto por la sociedad y lo realizado por los ciudadanos.
Resulta extraño que a inicios del siglo XXI se siga predicando este anticuado –y quizá ya pasado de moda- discurso. Es incómodo y patético crecer y que nuestros padres –principalmente– afirmen incesantemente la importancia de preservar la virginidad hasta el matrimonio, como si no existiera ningún otro destino. Ese alineamiento moral nos obliga a mantener el sello de garantía que –para algunos– hace inflar el pecho y es símbolo de honra femenina. Sin embargo, para los hombres, la cuestión es diferente. ¿Es que acaso resulta normal encontrar en nuestra sociedad limeña un muchacho casto a los 20 años? Es extraño, pero no necesariamente imposible. En Perú, y más precisamente en Lima, después de cierta edad, la castidad de los hombres es asociado a una masculinidad dudosa. Criollamente llamado “cabrito”, pero específicamente bautizado como gay.
Sin embargo, para el “tristemente honrado” Arzobispo de Lima y Primado del Perú, Cardenal Juan Luis Cipriani Thorne, que no se cansa de predicar lo mismo, la castidad significa: “un don, un regalo y no es una represión como dicen algunos”. Para el pueblo peruano, Cipriani perdió toda “virginidad” cuando su sotana apareció figureteando en un capítulo de los vladivideos. Sin embargo, su argumento purista carece de una posición determinante, puesto que al ser un regalo, cada quien puede disponer de su cuerpo como mejor le plazca. Tal y como lo reafirma Marcel Mauss en su definición del don. El cual es dar sin esperar nada a cambio. La libre elección sexual es algo que está ya ocurriendo en la juventud actual. De acuerdo a la encuesta Nacional de Hogares ENAHO-98, realizado por el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), el 7.6% de mujeres se iniciaron sexualmente entre los 10 a 14 años, el 34.9% entre los 15 a 17 años y el 24.6% entre los 18 y 19 años. El 67.1% de mujeres –dos de cada tres mujeres– tuvieron su primera relación sexual en la adolescencia cuando, como corresponde pensar, no estaban casadas.
¿Es que acaso esta reacción es producto de una sociedad hipócrita, en la que es normal sacarle la vuelta a las reglas y romper con toda imposición involuntaria? Para una sociedad como la nuestra, no es novedad que a las mujeres se nos condene en la actividad coital premarital, mientras que a los “machitos”, se les siga festejando la gracia. La generación nuestra ha dejado atrás la época de represión y actualmente gozamos de una liberación sexual. Al mismo modo de Eyes Wide Shut, la película de Stalin Kubrick. Somos testigos de una clara disociación entre la representación de la virginidad para las mujeres y el hecho de festejar el acto sexual para el hombre, de lo impuesto por la sociedad y lo realizado por los ciudadanos.
sábado, 20 de noviembre de 2010
MAD TV
Crítico de literatura, caricaturista, sexólogo, polígrafo, melómano. Conocido en youtube como el “cachero teórico”, Marco Aurelio Denegri (MAD); es sobre todo un hombre de televisión, aunque lo padece. Odia la televisión pero vive de ella. Marco Aurelio Denegri probablemente sea uno de los personajes más excéntricos que maneja el show entre ademanes, gruñas, gestos y tonos altos mientras suelta una crítica sesuda. No es una estrella, pero se comporta como tal: no es fácil dar con su paradero, no da entrevistas y mira por debajo del hombro. Su comportamiento fuera de cámaras es casi desconocido. Nos acercamos a la persona más hepática, con un toque de mala onda y cascarrabias. Este es el resultado. Hubo heridos y contusos.
Marco Aurelio Denegri, el energético conductor del programa de televisión “La Función de la Palabra”, atacado por la timidez, se acobarda y decide rechazarnos. “No es mi onda”, se excusa. No nos va a dar la entrevista. Tanto perseguirlo y asecharlo en su casa fue en vano. El hombre de televisión no quiere dar entrevistas, así de simple. Nadie conoce que hay detrás de la ventana, nadie sabe que hace. Sólo aparece una noche a la semana a través del canal del Estado criticando libros y dando lecciones de sexualidad, ortografía y gramática.
Dicen quienes lo conocen que le gusta hablar, que a veces acepta que lo entrevisten sus conocidos, alguna mujer que le despierte arrechura o cuando está de buen humor, pero generalmente declina. Denegri luce flaco y cansado. Un poco de pelo adorna su cabeza en forma de foco. A juzgar por su escasa barba, es lampiño. Aparenta ser alguien quien resolvió los acertijos de la vida, pero es sólo en teoría. Su prominente nariz sobresale por sobre un rostro y sus orejas parecen escuchar hasta el más mínimo susurro. Se denomina como gesticula dórico. No es muy atractivo y parece tener más conocimientos que experiencias.
Marco Aurelio Denegri nació en Lima en el año 1938. Fue el único hijo del matrimonio Denegri-Santa Gadea: ella, profesora; él, sub-director del colegio Guadalupe. Desde muy pequeño, Marco Aurelio tenía gran admiración por su padre y la biblioteca de este. De él heredó el gusto por la lectura. Con los años, fue alejándose de amigos, familiares y pasó más tiempo en su biblioteca. Se acostumbró a leer más de cuatro horas al día y ha llegado a decir, en más de una oportunidad, que la Real Academia de la Lengua está mal informada. La altura de sus conocimientos lo hizo no sólo reservado, sino un ser huraño y ermitaño hasta con sus seres más cercanos. Es difícil acercarse a él, con solo escuchar dos palabras, Marco Aurelio Denegri sabe que no eres parte de ese selecto grupo de extrema sapiencia del que él, por supuesto, se siente parte. Y claro, como no lo eres, no quiere gastar su tiempo hablando contigo. Está ocupado.
Su vida fuera de cámaras es un misterio. Sin embargo, según Samantha Chau, productora de su programa, quien lo acompaña desde hace diez años, no tiene otro quehacer más que leer, escribir y pensar. Su vida gira en torno a sus tareas intelectuales. Él sólo demuestra que prefiere leer a Schopenhauer antes de colaborar con una entrevista.
***
Estoy ocupado –dice mientras mueve la muñeca de su mano derecha de un lado a otro. Samantha Chau, comenta que el doctor Marco Aurelio es una persona amable y con tiempo libre. Su vida se resume en leer, escribir, pensar e ir al canal para la conducción del programa. Marco Aurelio Denegri lleva 30 años en la televisión de manera interrumpida. Condujo desde 1997 “A solas con Marco Aurelio Denegri” en el canal Cable Mágico Cultural. En el 2000, renunció y desde hace diez años conduce el programa “La función de la palabra”, transmitido por TV Perú (antes TNP) que aborda diversos aspectos de la cultura, aunque él considera que su programa es contracultural.
Lunes, 4:00pm. Ha llegado el día de su martirio. Durante tres horas Marco Aurelio Denegri se somete al maquillaje, las luces y las cámaras. Uno de los camarógrafos comenta que el doctor trae todo milimétricamente detallado. Nunca improvisa y no acepta críticas. Cuentan por la recepción que cuando alguna persona cuestiona su desenvolvimiento ante cámaras, se altera y reniega aparatosamente. El producto final sale al aire los miércoles a las 10:00 pm.; donde nos hace sentir brutos, como si fuera un pecado no ser tan cultivados como él. Repele al público y lo espanta: por eso posee uno de los ratings más bajos de la televisión nacional. Al parecer a Marco Aurelio Denegri no le importa. “Mi programa no es para idiotas”, sostiene con su peculiar expresión de soberbia. Durante sesenta minutos, sólo él, frente a la pantalla, escrudiña, explica, analiza, critica obras literarias y responde preguntas de índole sexual.
Ahora critica ahora a Santiago Roncagliolo, dice de su último libro “Tan cerca de la vida” que es un trote de burro y que simplemente no lo puede recomendar. Él, que ha publicado ocho libros, se siente en el derecho de juzgar la obra de otros. Libros titulados “Obscenidad y pornografía”, “La niña masturbación y su madrastra tabú”, “De esto y aquello”, “Cuestión de olfato”, libros que sólo se encuentran en su página web oficial desde 15 soles, libros que nadie conoce, libros que solo él conoce. En una de sus innumerables publicaciones sostiene que la teleaudiencia es víctima de la cacosmia –un gusto pervertido a lo desagradable que entrega la televisión–. Divulga, por todo lo alto, que detesta la televisión pero en una entrevista realizada hace algunos años para la revista Gente, afirmó: “no puedo negarme a dar su cuota de esclarecimiento, en medio de un torbellino de incultura y embrutecimiento”. Gran favor el que nos hace. Marco Aurelio Denegri mueve los manos como si su intelecto lo hiciera volar, y manda al corte. Así nomás. Necesita respirar.
Después de cinco tardes tras haber tocado desesperadamente el portón y haber deslizado notitas por debajo de su puerta, Marco Aurelio Denegri se asoma por su ventana. Para variar, está renegando desde el segundo piso de su casa, no le interesa dar una entrevista, dice no tener tiempo. Se queda en silencio mirando a quienes fueron a buscarlo. Luce incómodo, retuerce las manos y hunde la cabeza en los hombros. Denegri vive en el anexo de un hostal dos estrellas. El lugar está rodeado de casas coloniales construidas en la década de 1930. Al parecer, no vienen muchas parejas. El cuarto cuesta 80 soles y según el recepcionista es sólo para extranjeros. En Internet lo conocen como: el “cachero teórico”. Resulta curioso que lleve ese apelativo alguien quien no tiene pareja y mucho menos hijos. Su única pareja conocida fue una argentina con la que se paseaba por jirón de la Unión en 1972. Pero el enamoramiento fue fugaz, una comprobación práctica de lo que él siempre ha visto: “el amor es un fenómeno predecible, un trámite breve”. En una conferencia de Marco Aurelio en el Club Miraflores, sostuvo que solo habría de tener una mujer si esta era bella, le despertaba arrechura o lo atendiera perpetuamente.
Bajo esa premisa, viernes, 5:30 pm., fuimos a su encuentro.
—¿Le podemos robar algunos minutos de su tiempo? —preguntamos mirándolo fijamente.
—Mmmm, depende —responde con esa mirada que lanza cuando aparentemente algo le incomoda.
—Bueno, quizá puedan regresar más tarde y podamos hacer otra cosa, pero eso no… mmm pensándolo bien, creo que mejor no.
Posiblemente Marco Aurelio Denegri estaba ocupado hilando pensamientos filosóficos y haciendo de sus conversaciones “orgías” de sapiencia, “masturbaciones intelectuales”. O quizá esté ocupado con los gemidos de las parejas que se encuentran al otro lado de la pared, quien sabe.
Cerró su ventana suavemente y su figura se quedó detrás de sus cortinas opacas: inmóvil. No se movió hasta que nos alejamos de su vista. Desde afuera se aprecia una luz gris, sin gracia. La casa parece deshabitada. Las luces están apagadas, la calle ni enterada y yo ahí parada con la grabadora en la mano esperando en vano que cambie de opinión y me conceda la entrevista.
Marco Aurelio Denegri, el energético conductor del programa de televisión “La Función de la Palabra”, atacado por la timidez, se acobarda y decide rechazarnos. “No es mi onda”, se excusa. No nos va a dar la entrevista. Tanto perseguirlo y asecharlo en su casa fue en vano. El hombre de televisión no quiere dar entrevistas, así de simple. Nadie conoce que hay detrás de la ventana, nadie sabe que hace. Sólo aparece una noche a la semana a través del canal del Estado criticando libros y dando lecciones de sexualidad, ortografía y gramática.
Dicen quienes lo conocen que le gusta hablar, que a veces acepta que lo entrevisten sus conocidos, alguna mujer que le despierte arrechura o cuando está de buen humor, pero generalmente declina. Denegri luce flaco y cansado. Un poco de pelo adorna su cabeza en forma de foco. A juzgar por su escasa barba, es lampiño. Aparenta ser alguien quien resolvió los acertijos de la vida, pero es sólo en teoría. Su prominente nariz sobresale por sobre un rostro y sus orejas parecen escuchar hasta el más mínimo susurro. Se denomina como gesticula dórico. No es muy atractivo y parece tener más conocimientos que experiencias.
Marco Aurelio Denegri nació en Lima en el año 1938. Fue el único hijo del matrimonio Denegri-Santa Gadea: ella, profesora; él, sub-director del colegio Guadalupe. Desde muy pequeño, Marco Aurelio tenía gran admiración por su padre y la biblioteca de este. De él heredó el gusto por la lectura. Con los años, fue alejándose de amigos, familiares y pasó más tiempo en su biblioteca. Se acostumbró a leer más de cuatro horas al día y ha llegado a decir, en más de una oportunidad, que la Real Academia de la Lengua está mal informada. La altura de sus conocimientos lo hizo no sólo reservado, sino un ser huraño y ermitaño hasta con sus seres más cercanos. Es difícil acercarse a él, con solo escuchar dos palabras, Marco Aurelio Denegri sabe que no eres parte de ese selecto grupo de extrema sapiencia del que él, por supuesto, se siente parte. Y claro, como no lo eres, no quiere gastar su tiempo hablando contigo. Está ocupado.
Su vida fuera de cámaras es un misterio. Sin embargo, según Samantha Chau, productora de su programa, quien lo acompaña desde hace diez años, no tiene otro quehacer más que leer, escribir y pensar. Su vida gira en torno a sus tareas intelectuales. Él sólo demuestra que prefiere leer a Schopenhauer antes de colaborar con una entrevista.
***
Estoy ocupado –dice mientras mueve la muñeca de su mano derecha de un lado a otro. Samantha Chau, comenta que el doctor Marco Aurelio es una persona amable y con tiempo libre. Su vida se resume en leer, escribir, pensar e ir al canal para la conducción del programa. Marco Aurelio Denegri lleva 30 años en la televisión de manera interrumpida. Condujo desde 1997 “A solas con Marco Aurelio Denegri” en el canal Cable Mágico Cultural. En el 2000, renunció y desde hace diez años conduce el programa “La función de la palabra”, transmitido por TV Perú (antes TNP) que aborda diversos aspectos de la cultura, aunque él considera que su programa es contracultural.
Lunes, 4:00pm. Ha llegado el día de su martirio. Durante tres horas Marco Aurelio Denegri se somete al maquillaje, las luces y las cámaras. Uno de los camarógrafos comenta que el doctor trae todo milimétricamente detallado. Nunca improvisa y no acepta críticas. Cuentan por la recepción que cuando alguna persona cuestiona su desenvolvimiento ante cámaras, se altera y reniega aparatosamente. El producto final sale al aire los miércoles a las 10:00 pm.; donde nos hace sentir brutos, como si fuera un pecado no ser tan cultivados como él. Repele al público y lo espanta: por eso posee uno de los ratings más bajos de la televisión nacional. Al parecer a Marco Aurelio Denegri no le importa. “Mi programa no es para idiotas”, sostiene con su peculiar expresión de soberbia. Durante sesenta minutos, sólo él, frente a la pantalla, escrudiña, explica, analiza, critica obras literarias y responde preguntas de índole sexual.
Ahora critica ahora a Santiago Roncagliolo, dice de su último libro “Tan cerca de la vida” que es un trote de burro y que simplemente no lo puede recomendar. Él, que ha publicado ocho libros, se siente en el derecho de juzgar la obra de otros. Libros titulados “Obscenidad y pornografía”, “La niña masturbación y su madrastra tabú”, “De esto y aquello”, “Cuestión de olfato”, libros que sólo se encuentran en su página web oficial desde 15 soles, libros que nadie conoce, libros que solo él conoce. En una de sus innumerables publicaciones sostiene que la teleaudiencia es víctima de la cacosmia –un gusto pervertido a lo desagradable que entrega la televisión–. Divulga, por todo lo alto, que detesta la televisión pero en una entrevista realizada hace algunos años para la revista Gente, afirmó: “no puedo negarme a dar su cuota de esclarecimiento, en medio de un torbellino de incultura y embrutecimiento”. Gran favor el que nos hace. Marco Aurelio Denegri mueve los manos como si su intelecto lo hiciera volar, y manda al corte. Así nomás. Necesita respirar.
***
Después de cinco tardes tras haber tocado desesperadamente el portón y haber deslizado notitas por debajo de su puerta, Marco Aurelio Denegri se asoma por su ventana. Para variar, está renegando desde el segundo piso de su casa, no le interesa dar una entrevista, dice no tener tiempo. Se queda en silencio mirando a quienes fueron a buscarlo. Luce incómodo, retuerce las manos y hunde la cabeza en los hombros. Denegri vive en el anexo de un hostal dos estrellas. El lugar está rodeado de casas coloniales construidas en la década de 1930. Al parecer, no vienen muchas parejas. El cuarto cuesta 80 soles y según el recepcionista es sólo para extranjeros. En Internet lo conocen como: el “cachero teórico”. Resulta curioso que lleve ese apelativo alguien quien no tiene pareja y mucho menos hijos. Su única pareja conocida fue una argentina con la que se paseaba por jirón de la Unión en 1972. Pero el enamoramiento fue fugaz, una comprobación práctica de lo que él siempre ha visto: “el amor es un fenómeno predecible, un trámite breve”. En una conferencia de Marco Aurelio en el Club Miraflores, sostuvo que solo habría de tener una mujer si esta era bella, le despertaba arrechura o lo atendiera perpetuamente.
Bajo esa premisa, viernes, 5:30 pm., fuimos a su encuentro.
—¿Le podemos robar algunos minutos de su tiempo? —preguntamos mirándolo fijamente.
—Mmmm, depende —responde con esa mirada que lanza cuando aparentemente algo le incomoda.
—Bueno, quizá puedan regresar más tarde y podamos hacer otra cosa, pero eso no… mmm pensándolo bien, creo que mejor no.
Posiblemente Marco Aurelio Denegri estaba ocupado hilando pensamientos filosóficos y haciendo de sus conversaciones “orgías” de sapiencia, “masturbaciones intelectuales”. O quizá esté ocupado con los gemidos de las parejas que se encuentran al otro lado de la pared, quien sabe.
Cerró su ventana suavemente y su figura se quedó detrás de sus cortinas opacas: inmóvil. No se movió hasta que nos alejamos de su vista. Desde afuera se aprecia una luz gris, sin gracia. La casa parece deshabitada. Las luces están apagadas, la calle ni enterada y yo ahí parada con la grabadora en la mano esperando en vano que cambie de opinión y me conceda la entrevista.
domingo, 7 de noviembre de 2010
Santos Condones
Fosforescentes, transparentes y opacos, estampados, lisos o con texturas. Variedad de colores y sabores, extra fuertes, sensitivos, lubricados o naturales. Los tiempos han cambiado desde que los hombres usaban tripas de animales (de acuerdo a AVERT International HIV & AIDS charity) para evitar la fecundación y poder dar así rienda suelta a la lujuria sin preocupación [año 1000]. En los años 30, recién, el látex revolucionó la industria y desde entonces los preservativos son fabricados con este material. Pero este jebe no es aceptado por todos. La iglesia, para ser más específicos, el tan venerado cardenal, Juan Luis Cipriani, ha tomado parte en esta controversia y se ha opuesto al uso de cualquier tipo de anticonceptivos. La razón: la fornicación es un acto pagano.
En la última semana, los preservativos han sido la comidilla de la Iglesia y de los medios. Sorpresivamente el Papa Benedicto XVI declaró que el uso del condón podría ser fundamentado en algunos casos bajo ciertos parámetros, con lo que estaría modernizando la postura de la Iglesia frente a este tema. Al mismo tiempo, pero al otro lado del mundo, en tierras cholas, el ministro Oscar Ugarte presentó un plan para inundar al país en condones subvencionados, como una contingencia ante los embarazos no deseados. En efecto, es una buena idea para combatirlos. Sin embargo, el cucufato Cipriani, al enterarse de estas alentadoras noticias, tiró la sotana al cielo y se arrancó los pocos pelos que le quedaban.
Al parecer, el cardenal Cipriani es incapaz de digerir la evidente postura del Papa a favor de los profilácticos. El Papa ha sostenido que el uso del preservativo en un acto inmoral puede ser un paso para la moralización, en el sentido de que puede servir para reconocer lo prohibido. Este es el caso de las mujeres de la noche, que utilizan los condones en un acto inmoral para evitar la reproducción indeseada. Según el Papa la única solución es humanizar la sexualidad y luchar contra su banalización. Sin embargo, los comentarios retrógrados de Cipriani evidencian que el cardenal no tiene sentido de tolerancia y mucho menos una actitud modernista.
El 17 de noviembre se desató una pelea entre la máxima eminencia de la legión eclesiástica del país y el ministro Oscar Ugarte. La sotana se le removió al cardenal y dio pie al ataques mediático contra el Ministerio de Salud por la distribución gratuita de 18 millones de condones. Un acto de madurez, de conciencia y de planificación familiar fue criticado por las “brillantes” ideas de Cipriani. Desde su púlpito, y con voz tonante, acusó a Ugarte de promover el libertinaje y el abuso sexual, cuestionando así la importante iniciativa del ministerio de Salud de repartir varios millones de condones por todo el país. El propósito de la campaña fue la prevención el VIH y otras enfermedades de transmisión sexual, pero parece que Cipriani está ocupado en quizá planear su nueva incursión al terreno político nacional y fortaleciendo su cercanía al fujimorismo.
El cardenal refiere que la acción del Estado en el tema de los condones regalados es “una traición a Jesús”. ¿Traición a Jesús? De que traición puede hablar una entidad de la iglesia que mostró una defensa incondicional al régimen autoritario de Fujimori en materia de represión, de control político y temas vinculados a la ética pública.
Con esto el pintoresco personaje demuestra que cree estar por encima del bien y el mal. Al parecer ignora la línea jerárquica que tiene al Papa como miembro absoluto, seguido de los obispos y sacerdotes. Los cardenales sólo son consejeros del Papa, pero no tienen jurisdicción en las diócesis donde mandan los obispos. Esto significa que el cardenal no tiene ni voz ni voto sobre las decisiones del Papa, ya que es un simple lacayo. Ante esto Ugarte respondió que “la distribución de condones está orientada a prevenir embarazos no deseados e incluye campañas de educación sexual”.
El comentario de Cipriani es comprensible, proviniendo de un arzobispo que se vende al mejor postor, de escasos recursos teológicos y torpeza pastoral.
Sin duda alguna, la insensatez nunca será respetable. El rechazo por la prevención del cardenal atenta contra la inteligencia y el sentido común. Y es que el problema de ese tipo de declaraciones generau una desestabilización de las políticas de salud públicas y los esfuerzos gubernamentales para proteger la vida humana. Tal parece que el jefe de la iglesia católica peruana no se ha dado cuenta que el condón, el jebe, o como quiera llamarle, ha demostrado ser un instrumento efectivo para la planificación familiar y un método efectivo en las políticas de prevención contra el VIH y demás enfermedades de transmisión sexual.
La cultura de planificación familiar es un tema sonante. Según las últimas encuestas del INEI -que datan del 2005- la demanda por planificación familiar se ha incrementado de 45,8% en 1986 a 70,7% en el 2005. Esto significa que las personas de este país desean ejercer su derecho fundamental y tener control sobre el número de hijos a tener y a cuando tenerlos. Es decir, manejar su planificación familiar. La encuesta también indica que el 45% de las mujeres en edad fértil utilizan algún método contraceptivo. Estas estadísticas datan del 2005. Hoy en día, 2010, con el arremete de la tecnología y un bombardeo impresionante de publicidad sobre los métodos anticonceptivos. Negar que los preservativos sean beneficios para la civilización moderna no solamente es increíble y tozudo, sino que revela, una vez más, que la religión cree ser poseedora de la verdad absoluta.
Se lo dijo el gobierno alemán al papa en su momento, por cierto. Pero este, claro, ni escuchó. “Una moderna cooperación con el desarrollo debe dar a los pobres acceso a los medios de planificación familiar, y entre ellos, el uso de preservativos; todo lo demás es irresponsable”. Pues eso. Una educación sexual, mi querido cardenal, que evite el uso del condón es, además de simplista y reduccionista, irresponsable. Tal cual. Ahora dice que los programas sobre sexualidad responsable son inmorales y libertinos, y miren, los condones son salvíficos. Y hasta redentores, y con efecto calórico, oigan.
En la última semana, los preservativos han sido la comidilla de la Iglesia y de los medios. Sorpresivamente el Papa Benedicto XVI declaró que el uso del condón podría ser fundamentado en algunos casos bajo ciertos parámetros, con lo que estaría modernizando la postura de la Iglesia frente a este tema. Al mismo tiempo, pero al otro lado del mundo, en tierras cholas, el ministro Oscar Ugarte presentó un plan para inundar al país en condones subvencionados, como una contingencia ante los embarazos no deseados. En efecto, es una buena idea para combatirlos. Sin embargo, el cucufato Cipriani, al enterarse de estas alentadoras noticias, tiró la sotana al cielo y se arrancó los pocos pelos que le quedaban.
Al parecer, el cardenal Cipriani es incapaz de digerir la evidente postura del Papa a favor de los profilácticos. El Papa ha sostenido que el uso del preservativo en un acto inmoral puede ser un paso para la moralización, en el sentido de que puede servir para reconocer lo prohibido. Este es el caso de las mujeres de la noche, que utilizan los condones en un acto inmoral para evitar la reproducción indeseada. Según el Papa la única solución es humanizar la sexualidad y luchar contra su banalización. Sin embargo, los comentarios retrógrados de Cipriani evidencian que el cardenal no tiene sentido de tolerancia y mucho menos una actitud modernista.
El 17 de noviembre se desató una pelea entre la máxima eminencia de la legión eclesiástica del país y el ministro Oscar Ugarte. La sotana se le removió al cardenal y dio pie al ataques mediático contra el Ministerio de Salud por la distribución gratuita de 18 millones de condones. Un acto de madurez, de conciencia y de planificación familiar fue criticado por las “brillantes” ideas de Cipriani. Desde su púlpito, y con voz tonante, acusó a Ugarte de promover el libertinaje y el abuso sexual, cuestionando así la importante iniciativa del ministerio de Salud de repartir varios millones de condones por todo el país. El propósito de la campaña fue la prevención el VIH y otras enfermedades de transmisión sexual, pero parece que Cipriani está ocupado en quizá planear su nueva incursión al terreno político nacional y fortaleciendo su cercanía al fujimorismo.
El cardenal refiere que la acción del Estado en el tema de los condones regalados es “una traición a Jesús”. ¿Traición a Jesús? De que traición puede hablar una entidad de la iglesia que mostró una defensa incondicional al régimen autoritario de Fujimori en materia de represión, de control político y temas vinculados a la ética pública.
Con esto el pintoresco personaje demuestra que cree estar por encima del bien y el mal. Al parecer ignora la línea jerárquica que tiene al Papa como miembro absoluto, seguido de los obispos y sacerdotes. Los cardenales sólo son consejeros del Papa, pero no tienen jurisdicción en las diócesis donde mandan los obispos. Esto significa que el cardenal no tiene ni voz ni voto sobre las decisiones del Papa, ya que es un simple lacayo. Ante esto Ugarte respondió que “la distribución de condones está orientada a prevenir embarazos no deseados e incluye campañas de educación sexual”.
El comentario de Cipriani es comprensible, proviniendo de un arzobispo que se vende al mejor postor, de escasos recursos teológicos y torpeza pastoral.
Sin duda alguna, la insensatez nunca será respetable. El rechazo por la prevención del cardenal atenta contra la inteligencia y el sentido común. Y es que el problema de ese tipo de declaraciones generau una desestabilización de las políticas de salud públicas y los esfuerzos gubernamentales para proteger la vida humana. Tal parece que el jefe de la iglesia católica peruana no se ha dado cuenta que el condón, el jebe, o como quiera llamarle, ha demostrado ser un instrumento efectivo para la planificación familiar y un método efectivo en las políticas de prevención contra el VIH y demás enfermedades de transmisión sexual.
La cultura de planificación familiar es un tema sonante. Según las últimas encuestas del INEI -que datan del 2005- la demanda por planificación familiar se ha incrementado de 45,8% en 1986 a 70,7% en el 2005. Esto significa que las personas de este país desean ejercer su derecho fundamental y tener control sobre el número de hijos a tener y a cuando tenerlos. Es decir, manejar su planificación familiar. La encuesta también indica que el 45% de las mujeres en edad fértil utilizan algún método contraceptivo. Estas estadísticas datan del 2005. Hoy en día, 2010, con el arremete de la tecnología y un bombardeo impresionante de publicidad sobre los métodos anticonceptivos. Negar que los preservativos sean beneficios para la civilización moderna no solamente es increíble y tozudo, sino que revela, una vez más, que la religión cree ser poseedora de la verdad absoluta.
Se lo dijo el gobierno alemán al papa en su momento, por cierto. Pero este, claro, ni escuchó. “Una moderna cooperación con el desarrollo debe dar a los pobres acceso a los medios de planificación familiar, y entre ellos, el uso de preservativos; todo lo demás es irresponsable”. Pues eso. Una educación sexual, mi querido cardenal, que evite el uso del condón es, además de simplista y reduccionista, irresponsable. Tal cual. Ahora dice que los programas sobre sexualidad responsable son inmorales y libertinos, y miren, los condones son salvíficos. Y hasta redentores, y con efecto calórico, oigan.
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