viernes, 5 de agosto de 2011

ANÁLISIS LINGÜÍSTICO DE BOURDIEU

Bourdieu en El lenguaje y la comunicación: de los mercados lingüísticos a la degradación mediática describe cómo las interacciones de las personas mediante el habla comparten el mismo comportamiento que los mercados económicos. Bajo este esquema, el discurso (o argumento) equivale al producto, el cual adquiere valor –para Bourdieu un poder simbólico- al ser aceptado y compartido dentro del mercado lingüístico. El sociólogo francés hace énfasis en que existen diferentes grupos dentro de los mercados, los cuales comparten ciertos aspectos intelectuales y de alineación de pensamiento. Bourdieu menciona que estos factores son producto de la interacción social humana y es algo normal e inevitable. Un claro ejemplo de esto son las elecciones nacionales. Cada persona maneja su propia verdad en cuanto a los candidatos, haciendo oídos sordos y filtrando lo que se quiere escuchar. Las discusiones de quién es mejor –o cual es el menos malo- no llevan, por lo general, a un consenso. Puede darse el caso –y se da muy a menudo- que dos personas que comparten el mismo espacio físico tengan posiciones encontradas en esta discusión. Sin embargo, es menos probable que ocurra si estas dos personas han recibido la misma educación y frecuentan círculos sociales similares. Esto se debe, dice Bourdieu, porque la mentalidad se forja en el ambiente social. Los discursos aceptados y aplaudidos siguen un patrón acatado por el sector social en el que uno se encuentre.

Bajo este concepto, las intervenciones que una persona tiene dentro del mercado lingüístico alteran el beneficio simbólico del discurso que se predica. Si convence o el trasfondo es seguido por otras personas, entonces se dice que aumenta su beneficio simbólico – el argumento se vuelve más popular dentro del grupo, es más aceptado-. Es por esto que las intervenciones deben de estar enfocadas a un público objetivo y tiene que ser preparado exclusivamente para él. De esto deriva la acotación de Bourdieu que refiere a que un discurso sólo es válido dentro del sector de mercado para el cual fue concebido. Y como el mercado es un ambiente social, se infiere que el discurso lleva también una marca social.

Por esto, Bourdieu afirma que la única manera de entender o interpretar un discurso es analizándolo dentro del contexto bajo el cual fue concebido. Esto tiene sentido ya que no todo lo que se dice debe de interpretarse literalmente. Las jergas o regionalismos hacen que sea posible decir la misma frase en dos lugares distintos y, aunque hablen el mismo idioma, en uno se salga bien acompañado y en el otro magullado tras tremenda paliza. Esto porque lo que se dice cobra diferente significado dependiendo del contexto social en el que uno se encuentre. Esto no es exclusivo, claro, de palabras con doble significado, sino de percepciones sociales propias de un lugar geográfico, creencias ancestrales transmitidas a través de las generaciones o malinterpretaciones de la lengua que han sido adoptadas como válidas.

A primera vista, Bourdieu convence con la teoría de análisis del habitus lingüístico, pero al inspeccionarlo detenidamente resulta que responde la pregunta equivocada. De todas maneras, es una alternativa válida para descifrar el mensaje contenido en los discursos (eso no está en discusión), pero hay que tomar en cuenta que el resultado del ejercicio podría no ser el correcto y que no hay manera de asegurarse de esto.

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